El botellón ya obliga a tratar a jóvenes adictos por el alcohol
Valencia vivió el viernes 17 de Mayo un macrobotellón legal en la
explanada de la antigua estación del Grao. Legal por dos motivos: porque
los cerca de 12.000 jóvenes que asistieron pudieron entrar al recinto
bebidas alcohólicas siempre que estuvieran en envases de plástico y
porque el espacio estaba acotado, no se celebró en la calle. De ahí que
algunas voces insistieran en hablar de macrofiesta y no de
macrobotellón.
Al margen de la disparidad de denominaciones, el evento fue
el espejo de una realidad social que ha ido en aumento durante los
últimos cinco años: cada vez son más los jóvenes que consumen alcohol y
que practican botellón. Sólo hay que darse una vuelta por los parques y
jardines de la ciudad un sábado o domingo por la mañana para
confirmarlo.
Sin embargo, ni adolescentes ni universitarios son
conscientes de las consecuencias negativas derivadas del consumo de
alcohol, ni siquiera de la posibilidad de desarrollar un proceso
adictivo. A esto hay que añadir que los jóvenes empiezan cada vez antes
el consumo, en mayor cantidad y con bebidas de más graduación.
«Porque
el consumo excesivo y el botellón tienen una consecuencia de salud que
no estamos viendo ya que sólo nos centramos en el tema social». Quien
así habla es la profesora de Psicología Básica de la Universitat de
València, María Teresa Cortés, considerada una de las mayores expertas
en botellón y adicciones de la Comunitat. Cuenta, además, con varios
estudios sobre esta problemática financiados por el Plan Nacional de
Drogas.
«Ya se está viendo a gente de veinte y pocos años en las
unidades de conductas adictivas», aseguró. Aquellos que se iniciaron en
el alcohol hace unos años, con el botellón de fin de semana, ahora
tienen un problema de adicción. Según la profesora Cortés, hay unos
condicionantes para llegar a un abuso o una dependencia. Son la edad de
inicio y el patrón de consumo y tanto los jóvenes de ahora como los
adolescentes de antes los cumplen.
Sin crisis
La gran mayoría, casi el 80% de los encuestados en varios
estudios realizados por la Universitat de València, practican botellón
para divertirse, muy lejos del 40% que lo vincula a estar con amigos.
Contrariamente a lo que pueda pensarse, las causas económicas no
influyen en esta práctica. El bolsillo o la crisis como excusa para
hacer botellón sólo preocupa a los universitarios. Incluso los
adolescentes confiesan que disponen de más dinero para utilizar en el
botellón.
Por ello, la profesora María Teresa Cortés insistió en que
el botellón ha de abordarse desde una perspectiva social y de salud y en
la que se engloben todos los colectivos: jóvenes, padres, vecinos,
profesionales de las drogodependencias, medios de comunicación y
administración. Sí, se deben adoptar medidas asociadas a las mediciones
de ruido, los controles de alcoholemia, el cumplimiento de los horarios,
la presión policial, etcétera. Pero, a su juicio, «no sirven si no hay
concienciación social y si los jóvenes no conocen las consecuencias del
consumo».
Otro frente que hay que superar es el de los padres. En un
estudio elaborado en la Comunitat, alrededor de un 65% de ellos
señalaron a la administración como la responsable a la hora de generar
soluciones al botellón. Además, el 62% asegura que su hijo nunca consume
alcohol. «Concienciar a los padres sobre su papel en el desarrollo de
los hijos y en los límites que hay que poner a estas conductas», apuntó.
En cuanto a los botellódromos, la profesora de Psicología
Básica se mostró en contra ya que resuelve las consecuencias de la parte
social pero no las de salud. Además, «se transmite un mensaje
contradictorio a los jóvenes. Se les está diciendo que pueden beber en
un lugar al tiempo que esta misma conducta se sanciona en otro».
REFLEXIONA
¿ Podemos controlar el fenómeno de botellón, o es Botellón que nos controla y conduce nuestra vida hasta el viernes?
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